quinta-feira, 27 de novembro de 2014

Colombia/DIRIGENTE DE LAS FARC DENUNCIA INCOHERENCIA EN EL DISCURSO DE PAZ DEL GOBIERNO

25 noviembre 2014, ADITAL Agencia de Información Fray Tito para América Latina (Brasil)

Por Dick Emanuelsson
Anncol

"Hay una incoherencia total entre el discurso de paz del gobierno, sus órdenes de escalar la confrontación y su decisión impulsiva de suspender los diálogos como consecuencia de un desenlace militar desfavorable para el Estado", dice el Iván Márquez, jefe del equipo negociador de las Farc en los Diálogos de Paz, que este més cumplen dos años, en La Habana, Cuba, en la siguiunte entrevista a la agencia de noticias Nueva Colombia (Anncol).

¿Cómo valora Usted la reacción en Colombia sobre la retención del general? ¿Ha aportado para concientizar a la opinión pública sobre la necesidad de un cese al fuego bilateral?
No se puede hablar de una sola reacción, porque, por un lado está la posición de los sectores militaristas que lidera el uribismo, los cuales han tomado este impase, propio de la guerra, como otra excusa para hacer campaña en función del rompimiento de los diálogos. Por otro lado está
la posición absurda de un gobierno que insiste en negar la posibilidad de un armisticio, ordena incrementar las operaciones militares, arguyendo que eso hace parte de las reglas del juego, pero al mismo tiempo, no quiere que le toquen a sus militares.

Hay una incoherencia total entre el discurso de paz del gobierno, sus órdenes de escalar la confrontación y su decisión impulsiva de suspender los diálogos como consecuencia de un desenlace militar desfavorable para el Estado. Pero lo más importante es que en medio de todo esto, existe también un gran clamor nacional, mayoritario, que ha tomado el hecho como argumento para insistir en que es necesario un cese bilateral de fuegos que permita un avance de las conversaciones en condiciones más favorables, que signifiquen tranquilidad y alivio para las comunidades. Nosotros confiamos en que esta última posición, que es la más equilibrada, triunfe para que efectivamente el proceso se reinicie, pero que esta experiencia sirva para exigir mayor seriedad y compromiso al gobierno, porque no puede ser que el proceso y la ininterrupción de los diálogos estén sometidos a los caprichos del presidente. Santos no puede pretender suspender y reiniciar los diálogos cuando a él le parezca desconociendo el hecho de que en la mesa somos partes iguales. A la larga su determinación unilateral e injustificada nos hará perder tiempo valioso en el camino hacia el acuerdo final. Después de las liberaciones de los prisioneros de guerra nos tocará ponernos de acuerdo sobre cuándo reiniciar el diálogo.

En breve; ¿se imaginaban hace dos años que llegarían donde están ahora en las negociaciones?
Desde que llegamos a La Habana fue con la decisión de colocar nuestros máximos esfuerzos para alcanzar un acuerdo de paz con el gobierno, por eso hemos dicho que no serán las FARC las que se levanten de la Mesa. Hasta el momento se han logrado grandes avances, pero creemos que el tiempo habría sido más productivo con una participación más amplia de los diversos sectores de la sociedad y en medio de un ambiente sin hostilidades.

¿Cuál es el tema de la Agenda más espinoso y complicado?
Todos los temas tienen complicación porque se trata de la confrontación de dos visiones totalmente contrarias. Está la visión neoliberal del gobierno que apunta a mantener un régimen de privilegios para la oligarquía, y está nuestra visión de país democrático, donde la participación ciudadana sea plena y la institucionalidad se configure con políticas económicas que favorezcan a los inmensos sectores empobrecidos de Colombia. Entonces, de aquí se desprende que uno de los aspectos más problemáticos está en que el Gobierno, apartándose del preámbulo del Acuerdo General, pretenda que un asunto de tanta trascendencia, como es el de definir la política económica, no se puede discutir en la mesa. Esto, hablando de aspectos que conciernen al conjunto de la sociedad, pero también hay otros que tienen que ver directamente con el futuro de la insurgencia, y me refiero, por ejemplo, a manejar estos diálogos como si se tratara de un proceso de sometimiento en el que los alzados deben entregar las armas y terminar tras las rejas para que todo siga igual, y sin aludir para nada a la máxima responsabilidad que tiene el bloque de poder dominante en la generación de la guerra. Es obvio que tal escenario no va a ser posible, y que con las FARC se tendrán que pactar e implementar acuerdos que funden la justicia social, como base esencial de la paz.


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