terça-feira, 13 de maio de 2014

¿QUÉ HABRÍA PASADO EN VENEZUELA SI NO HUBIERA EXISTIDO LA UNASUR?

10 mayo 2014, Cuba Debate Círculo de Periodistas Cubanos contra  el Terrorismo Mediático http://www.cubadebate.cu  (Cuba)

De profesión economista, es el Canciller de la República de Ecuador.

Con la Paz de Westphalia (1648) surge el Estado-nación, y con él el principio de igualdad soberana entre Estados. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y el subsecuente proceso de descolonización, la comunidad internacional legisla acerca del principio de la libre autodeterminación de los pueblos a elegir cómo desean gobernarse. A pesar de este avance doctrinario, la segunda mitad del siglo XX estuvo plagada de invasiones militares e injerencias por parte de países poderosos en la política interna de los países relativamente más débiles -- en los que guardaban intereses --.

Si bien diferentes, los casos de Afganistán, Iraq, Siria y Libia en el siglo XXI volvieron a mostrar que la agresión militar y la injerencia extranjera en política nacional -- en función de intereses imperiales -- todavía persisten, en tanto prácticas para el control del poder global. La historia nos enseña que la fuerza sigue imperando por sobre el Derecho Internacional (aunque cada vez con una mayor resistencia por parte de una creciente cultura del diálogo y del derecho).

Desde la década de los 60´s del siglo pasado hasta casi entrado el siglo XXI, Suramérica convivió –tristemente- con el golpismo. Las sangrientas dictaduras del Cono Sur ocasionaron la desaparición, tortura y asesinato de miles de personas, así como tristes secuelas psicológicas para la siguiente generación. Por el contrario, el siglo XXI augura un rumbo pacífico y democrático en la vida política de las naciones suramericanas, gracias, en gran parte, al proceso de integración iniciado en su primera década.


Bajo el liderazgo inicial de Chávez, Kirchner, Lula, Correa, Morales, Bachelet, entre otros líderes del sueño de una Suramérica unida, los países suramericanos comprendieron que sólo en la unión política entre países se hallaba la ruta para conseguir una mayor soberanía nacional y regional, garantizando así una efectiva libertad de los pueblos a elegir el gobierno de su preferencia. Fue con este espíritu, al igual que con el anhelo de encontrar el desarrollo de los pueblos suramericanos, que la región vio nacer y consolidarse, en poco tiempo, a la Unión de Naciones Suramericanas –UNASUR-, un organismo de naturaleza democrática.

La teoría democrática contemporánea reconoce la disidencia como parte constitutiva de la democracia liberal de partidos, mas siempre dentro de los mecanismos pacíficos instaurados para dicho fin. Solamente el sufragio electoral y un medio constitucionalmente reconocido -como lo es la revocatoria del mandato- pueden poner fin a un Gobierno electo por la mayoría del pueblo. Así, es inadmisible que el legítimo ejercicio del poder político sea abrupta y violentamente interrumpido por sectores que no comulgan con las reglas democráticas.
Es en el marco de esta línea doctrinaria que la Unasur ha cumplido y sigue cumpliendo un rol fundamental como garante de la vigencia del sistema democrático en Suramérica. Venezuela es el caso más reciente de un país de la región que ha visto peligrar la continuidad de su institucionalidad democrática, ante los hechos de conocimiento público. Por pedido de su Gobierno, la Unasur se reunió –de manera rápida y oportuna- el 12 de marzo en Santiago de Chile. Allí, el Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de la Unión resolvió constituirse en Comisión, con el fin de “respaldar los esfuerzos del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela para propiciar un diálogo entre el Gobierno, todas las fuerzas políticas y actores sociales con el fin de lograr un acuerdo que contribuya al entendimiento y la paz social” (artículo 1 de la Resolución del 12 de marzo).

Hasta la fecha, son cuatro las ocasiones en las que el Gobierno venezolano y la oposición se han sentado a dialogar, ante la presencia de la Comisión de Ministros de Relaciones Exteriores de la Unasur, la que ha asistido en calidad de un tercero de “buena fe” para facilitar y mediar en el diálogo. En pos de volver más operativa la representatividad de la Unión en este proceso, el Gobierno y la Mesa de Unidad Democrática –MUD- solicitaron que fueran tres los Cancilleres que participaran en nombre de la Unión: Luis Alberto Figueiredo de Brasil, María Ángela Holguín de Colombia y yo, en representación del Ecuador, países a los que acompaña un representante del Vaticano. Entre los acuerdos a los que ya han arribado Gobierno y MUD, se destacan: 1) una categórica condena a la violencia como medio de hacer política; 2) el diálogo estará enmarcado dentro de la Constitución de Venezuela; 3) la pronta renovación de los poderes públicos según lo establece la Carta Magna; 4) el trabajo conjunto en las mesas temáticas creadas por el Gobierno, entre ellas, sobre la situación económica en Venezuela; 5) el estudio de la situación de las personas que están siendo procesadas por la justicia, como resultado de los hechos de los últimos meses.

¿Cuál es la importancia de que Unasur haya acompañado a Bolivia (2008), Ecuador (2010) y ahora a Venezuela en momentos en los que la estabilidad del régimen democrático peligra? El hecho de que toda una región muestre el respaldo a un Gobierno democrático da una firme y clara señal a sus sociedades y al mundo, sobre todo al mundo de los poderosos. A saber, que toda una región aboga por el principio de soberanía y libre autodeterminación de los pueblos a elegir el gobierno de su elección, y esto al margen de si esta decisión conviene o no a los intereses de una o varias potencias. La democracia tiene reglas y éstas deben ser respetadas.

Una acción pragmática, como la creación de una Comisión de Cancilleres para velar por la institucionalidad democrática en Venezuela, muestra que la integración no es pura retórica. No, es un asunto serio que claramente conviene a todos, tanto a países con gobiernos de izquierda cuanto a aquellos de centro y de derecha. Gracias a la integración, todos ellos pueden, efectivamente, acrecentar su soberanía nacional, así como garantizar el principio de libre autodeterminación de los pueblos a elegir el gobierno que mejor represente sus intereses.

La región ha actuado oportunamente para evitar que la escalada de violencia en Venezuela desembocara en una ruptura institucional y, peor aún, en una posible guerra civil de larga duración. La integración constituye un medio claramente efectivo para salvaguardar el régimen democrático en la región, al igual que un mecanismo para desincentivar la intervención de potencias extranjeras (sea por la vía militar o mediante el “apoyo” a grupos políticos funcionales a sus intereses) en los asuntos internos de los países “periféricos”. En suma, la integración vela por un mayor apego al derecho internacional, en oposición a la continuidad de la ley del más fuerte.

Si la Unasur no hubiese existido, si ésta no hubiese “blindado” a la democracia venezolana, la crisis política en Venezuela habría creado un contexto favorable para que su aislamiento permitiera intervenciones foráneas que, como se ha visto con los casos de Siria y Libia (guardando las distancias), sólo han incendiado a las sociedades que trataban de “salvar”.

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